sábado, 9 de julio de 2016

LA POESÍA DE ELISABETH BARRETT BROWNING


Elisabeth Barrett Browning (1806-1861). Escritora
y poetisa inglesa, casada con el también poeta Robert Browning

"¿DE QUÉ MODO TE QUIERO?"


Ignoro por qué o cómo ha nacido en mi mente la idea, pero el caso es que esta mañana, mientras iba al lugar donde trabajo, se me vino a la mente la figura de la poetisa inglesa Elizabeth Barrett-Browning (1806-1861), la esposa de Robert Browning, tal vez el matrimonio más entrañable, poético y romántico de toda la historia de la Literatura.

Caminaba por la calle esta mañana, entre somnoliento y distraído, como acostumbro a hacer a esas horas, y de pronto se me ha venido a la cabeza la imagen de ella, de Elizabeth, con su característico cabello, a ambos lados de la cara. Enseguida he pensado en Flush, la novela de Virginia Woolf, cuyo título alude al perrito, un cocker spaniel, que perteneció a la poetisa inglesa. Las orejas y el pelo de esta raza de perros recuerdan un poco al peinado de Elizabeth, pero esto es anecdótico.

Toda esta sucesión de ideas me sorprendió, sobre todo porque nada la había motivado. Tal vez deba acudir al psicoanalista. Lo cierto del caso es que rematé mi cascada de pensamientos acordándome de que precisamente una de las primeras biografías que Chesterton escribió fue la del poeta Robert Browning, con quien siempre se sintió bastante identificado. No puedo ocultarlo más: resumiré el amor entre Elizabeth y Robert, pues resulta una historia que bien merece contarse y es raro que no la hayan llevado al cine unas cuantas veces.

Elizabeth era una joven cultísima, dominaba varias lenguas clásicas y modernas desde su infancia, y mostraba una sensibilidad poética fuera de lo común. Su padre, Edward Moulton-Barrett, era un rico hacendado de severa y estricta moral. Varias enfermedades (tuberculosis y otras) y un estado de extrema debilidad obligaron a que Elizabeth fuera educada en su casa y a que sus padres la considerasen casi como una inválida, de forma que durante su infancia y adolescencia apenas salió de las habitaciones de su hogar.

Fue justamente el joven, romántico y rebelde poeta, Robert Browning, quien la conoció hacia 1845 y, a pesar de la oposición del padre, decidió hacerla su novia, primero, y su esposa, después. A tal punto llegaba el control del padre que Elizabeth y Robert hubieron de celebrar un matrimonio secreto, figura jurídica que admite la Iglesia en condiciones especiales. Para escándalo del padre, se fugaron de su casa, huyendo a Italia.

Gracias a Robert, la enfermiza y sensible Elizabeth había vuelto a la vida: de ser una cultísima mujer pero postrada en el lecho, encerrada tal vez de por vida, se convertió en una escritora llena de vitalidad, comprometida con algunas causas políticas y amante de su fiel esposo, que para ella fue siempre una especie de salvador.

Nadie como ellos ha encarnado el amor romántico, fiel y entregado, hasta lo más profundo del alma humana. Tuvieron un hijo y durante bastantes años vivieron libres y dichosos en Italia. Es una verdadera lástima que ella muriese poco después, en Florencia (donde está enterrada), en la Italia de su maravilloso amor, dejando a su marido en una situación de total abatimiento y tristeza. Sobre la muerte de la genial poetisa inglesa y sobre la reacción de su esposo, Chesterton escribió estas palabras en la citada biografía (Robert Browning, 1903):

"Un solo acontecimiento podía finalizar realmente aquella infinita vida de la
Arcadia italiana. Este acontecimiento ocurrió el 29 de junio de 1861. La esposa de Robert Browning murió, herida por la muerte de su hermana [...]. Murió sola en el aposento con Browning, y de lo que pasó entonces, aunque mucho se ha dicho, poco debiera decirse. Él, al cerrar la puerta de aquel aposento tras de sí, cerró una puerta en sí mismo, y nadie volvió jamás a ver a Browning sobre la Tierra, sino tan sólo una espléndida superficie" (Trad. de Simón Santainés).

Como colofón, he querido ofreceros uno de los poemas más célebres y celebrados de Elizabeth Barrett-Browning, el cual pertenece a su famosa obra Sonnets from the Portuguese (Sonetos del portugués, 1850) y es uno de los más conocidos de la poesía inglesa. Como siempre, os copio el original inglés acompañado por la versión castellana, hecha por Carlos Pujol. Espero que lo disfrutéis. Sin ninguna duda, podréis comprobar la hondura del amor de Elizabeth por Robert y la extremada sensibilidad poética de sus versos.

SONETO XLIII: HOW DO I LOVE THEE?

How do I love thee? Let me count the ways.
I love thee to the depth and breadth and height
My soul can reach, when feeling out of sight
For the ends of Being and ideal Grace.
I love thee to the level of everyday's
Most quiet need, by sun and candle-light.
I love thee freely, as men strive for Right;
I love thee purely, as they turn from Praise.
I love thee with a passion put to use
In my old griefs, and with my childhood's faith.
I love thee with a love I seemed to lose
With my lost saints, --- I love thee with the breath,
Smiles, tears, of all my life! --- and, if God choose,
I shall but love thee better after death.

SONETO XLIII: ¿DE QUÉ MODO TE QUIERO?

¿De qué modo te quiero? Pues te quiero
hasta el abismo y la región más alta
a que puedo llegar cuando persigo
los límites del Ser y el Ideal.
Te quiero en el vivir más cotidiano,
con el sol y a la luz de una candela.
Con libertad, como se aspira al Bien;
con la inocencia del que ansía gloria.
Te quiero con la fiebre que antes puse
en mi dolor y con mi fe de niña,
con el amor que yo creí perder
al perder a mis santos… Con las lágrimas
y el sonreír de mi vida… Y si Dios quiere,
te querré mucho más tras de la muerte.

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