miércoles, 13 de julio de 2016

TRECE DETECTIVES

En 2011 cumplió sus cien primeros años el agudo y entrañable Padre Brown, detective creado por la fértil e ingeniosa mente de Gilbert Keith Chesterton. Lo cierto es que el personaje nació, en realidad, en 1910, fecha de la que data la primera aventura, "La cruz azul" (The Blue Cross), aunque el libro que reuniría las doce primeras narraciones con el Padre Brown como protagonista no salió publicado hasta 1911 y de ahí el aniversario que celebramos.

También es sabido que el curita católico de cara de luna, ojos grises de arenque, vivísima inteligencia y supremo conocimiento del alma humana le fue inspirado a Chesterton en sus largas conversaciones con el Padre John O'Connor, tan decisivo en su conversión al catolicismo. Siempre se ha dicho que O'Connor fue el modelo del Padre Brown, aunque yo veo muchísimo del propio Chesterton en su criatura de ficción más famosa y conocida en todo el mundo. 

No voy a dedicar esta entrada al homenaje a las historias del Padre Brown, cuyas aventuras íntegras iré glosando este mismo año, si Dios quiere y tengo tiempo. Hablaremos del curita de Norfolk en otras entradas, especialmente escritas para conmemorar tan feliz aniversario, feliz al menos para todos aquellos que adoramos la literatura chestertoniana y, en particular, sus ficciones policiales. En esta entrada de hoy quisiera hablaros de otro libro del autor inglés, libro que bien puede servir de introducción a quienes no conozcan las novelas y cuentos detectivescos de GKC.

En efecto, la editorial Montesinos sacó en 2009 un bello y completo volumen, Trece detectives (Thirteen  Detectives) donde se reúnen algunas de las más ingeniosas aventuras de los muchos y singulares detectives que Chesterton creó a lo largo de su carrera narrativa. En ese libro aparece, como no podía ser menos, el propio Padre Brown, y además la editorial tuvo el acierto de incluir una aventura inédita del Padre Brown ("El caso Donnington"), a la que me referiré luego. La inclusión de este relato inédito supone una excelente novedad para los muchos fans con que cuenta el sagaz detective y curita inglés en todo el mundo.

Pero en este libro no solo aparece el 'cándido' Padre Brown, sino que se completa con otros doce detectives debidos a la maestría narrativa de GKC. Llamarles detectives tal vez pueda confundir a algunos lectores, porque muchos de ellos no son el detective al uso, tal y como nos lo hemos figurado a lo largo de años de leer novelas y de ver películas. 

No, porque los detectives de G.K. Chesterton ejercen, casi siempre, otras profesiones, empezando por el mismo Padre Brown, que es sacerdote, aunque nunca se le ve oficiando misa, como ya notó en su día Agatha Christie, que admiraba el personaje. Los otros detectives chestertonianos viven de oficios y profesiones que a veces poco tienen que ver con el mundo policial. 

Así, aparecen, por ejemplo, Gabriel Gale (protagonista del libro El poeta y los lunáticos) es poeta, un poeta extraño y estrambótico, que a veces se entretiene en hacer el pino para ver la realidad de otra manera; Horne Fisher (del libro El hombre que sabía demasiado y uno de los más agudos e interesantes detectives de Chesterton) es una especie de funcionario que conoce todos los entresijos y tramas ocultas de la alta política inglesa; Basil Grant (del libro El club de los negocios raros), juez ya retirado que se ve envuelto en enigmáticos sucesos relacionados con un misterioso club de nuevas profesiones, acompañado por su hermano Rupert, detective aficionado, y siempre dispuesto a dudar de las ideas de su hermano Basil; Mr. Pond (del libro Las paradojas de Mr. Pond, uno de los últimos que escribió Chesterton), personaje que consigue sorprender a todos sus interlocutores a fuerza de paradojas aparentemente inverosímiles.

Los otros personajes detectivescos que aparecen en las páginas de Trece detectives son Mr. Traill, el Dr. Adrian Hyde, John Brandon, Walter Weir, Mr. Brain, Cuthbert Grayne, Bertrand y Max Pemberton

Mr. Traill protagoniza el relato "El jardín de humo" y no volvió a aparecer en otros cuentos detectivescos, pero sólo por la originalidad de este merece figurar en la antología. 

El Dr. Adrian Hyde, célebre detective, se enfrenta al enigma de "El asesinato de las columnas blancas", pero serán sus subordinados, John Brandon y Walter Weir, quienes al final resuelvan el misterio, cuyos hechos y su solución, como es lógico, el lector nos permitirá mantener en secreto. 

Por su parte, tanto Mr. Brain como Cuthbert Grayne ayudan a resolver dos enigmas a Horne Fisher, "el hombre que sabía demasiado", en apariencia siempre indolente e indiferente a cuanto le rodea. Mr. Brain le acompaña en "El agujero en el muro" y Cuthbert Grayne en "El pozo sin fondo".

Bertrand es el compañero de aventuras  de Gabriel Gale, el poeta de conducta extravagante, y le sigue para cuidarle y protegerle, aunque el lector nunca sabe quién cuida a quién y cuál de los dos está realmente loco o cuerdo. Por último, Max Pemberton no desempeña el rol de detective, sino que presenta los hechos de "El caso Donnington", resuelto luego por el Padre Brown.


Parece que el relato de "El caso Donnington" fue descubierto en 1981, con lo que supuso una auténtica novedad para los lectores de Chesterton y lo sigue siendo para los lectores españoles de sus aventuras. Esta historia era resultado de una original iniciativa en la que se planteaba el mismo misterio a diversos autores de historias policiales y, además de Chesterton, parece que también se lo plantearon a Sir Arthur Quiller-Couch, el creador del personaje del abogado Horace Rumpole, y a la Baronesa de Orczy, la célebre autora de La Pimpinela Escarlata.

Todas las historias que forman Trece detectives merecen ser leídas porque en todas ellas se atisba el genio y la maestría narrativa de Chesterton pero, como siempre ocurre en estos casos, me permitiréis señalar las tres que, en mi humilde opinión, sobresalen sobre las demás. Estas son "El agujero en el muro", con Horne Fisher como protagonista, por el maravilloso ambiente creado por Chesterton en la historia; "Los tres jinetes del Apocalipsis", historia relatada por Mr. Pond, y que, para Jorge Luis Borges, era una de las obras maestras de Chesterton, como una perfecta jugada de ajedrez; y "El caso Donnington", con el Padre Brown, por la novedad que supone el relato y la indudable atracción que el personaje del curita detective ejerce en el lector.

En fin, amigos, creo que, si tenéis tiempo y os apetece pasar un rato distraído conociendo a los más singulares detectives creados por la genial pluma de Chesterton, el libro de los Trece detectives será para vosotros una lectura perfecta.

Que Dios os bendiga a todos y que la Virgen os proteja siempre. Hasta muy pronto, queridos amigos.

EL MISTERIO DE BIG BOW, DE ISRAEL ZANGWILL

ISRAEL ZANGWILL
Hemos pensado ofreceros algunas entradas sobre ciertos relatos de tema policíaco cuyos autores están hoy un tanto olvidados. 

Me refiero a los libros El misterio de Big Bow, de Israel Zangwill; La máquina pensante, de Jacques Futrelle; El misterio del cuarto amarillo, de Gaston Leroux y El viejo en el rincón, de la Baronesa Orczy. Cronológicamente todos ellos son anteriores a 1911, año en que aparece el primer libro de cuentos del Padre Brown. Por eso me permitiréis que les demos el espacio de cuatro entradas, una para cada uno de ellos, y estoy seguro de que os gustará y de que así nuestro pequeño repaso por la novela y el cuento policial quedará mucho más completo.

No es la primera vez que Israel Zangwill aparece en las páginas de este blog. Ya se trató aquí de otra obra suya, Los soñadores del Gueto, y no estará de más recordar que fue amigo personal de Chesterton, además de finísimo escritor de origen judío. 

El origen de su novela policíaca El misterio de Big Bow lo explica el propio Zangwill en el prefacio de la obra, del cual me permitiréis entresacar unas cuantas citas (tomadas de la traducción de José María Aroca para Ediciones Acervo y Ediciones Forum, de 1984):

"Mucho antes de que el libro se escribiera me dije a mí mismo una noche que ningún traficante en misterios había asesinado nunca a un hombre en una habitación a la cual no hubiera ningún acceso posible. [...] La idea permaneció almacenada en mi cerebro hasta que, años más tarde, durante la temporada floja, el editor de un popular periódico londinense de la tarde [...] me pidió que le proporcionara un tema de ficción más original. [...] Me puse a trabajar en serio, aunque el Morning Post dijera posteriormente que la obrita era demasiado forzada, y logré al menos excitar a mis lectores, muchos de los cuales enviaron testimonios de ello en forma de soluciones durante el desarrollo de la historia [...]"


Así pues, como declara Zangwill, su propósito fue escribir una novela policiaca con el llamado problema del "recinto cerrado" como fondo, y argumenta que el relato de Poe sobre el mismo tema e iniciador de este tipo de historias detectivescas (Los crímenes de la Rue Morgue, ya tratado en este blog) no era, en realidad, un auténtico caso de asesinato cometido en una habitación cerrada, aunque deja patente su admiración por los cuentos de Poe, e incluso señala que todos las historias de misterio "deben estar empapadas de una atmósfera de terror y de espanto como las que Poe consigue crear". 


Por otra parte y siguiendo con la cita de arriba, parece que en la prensa inglesa que publicaba obras de ficción era muy habitual que los lectores escribieran cartas ofreciendo sus opiniones sobre el desarrollo de la historia y, en el caso de las tramas de misterio policial, planteasen quién podía haber sido el asesino y su modo de cometer el crimen. Los lectores llenaron de cartas la redacción de The Star, que fue el diario que entre 1891 y 1892 publicó The Big Bow Mystery. En esas cartas, dirigidas al propio Zangwill, le apuntaban quién podía haber sido el asesino en un caso aparentemente imposible de resolver. Pero vayamos a la historia del "misterio de Big Bow".


En ella se nos brinda un relato cuajado de humor, de ironía y de ingenio que trata sobre el asesinato del líder sindicalista Arthur Constant, quien es salvajemente apuñalado en un cuarto de la humilde pensión que Miss Drabdump posee en el pobre barrio de Bow. Cuando una fría mañana de invierno el entrañable personaje de la señora Drabdump descubre que han asesinado a su inquilino, acude rápidamente a un vecino, un famoso expolicía de Scotland Yard, el señor George Grodman quien, después de derribar la puerta, descubre el cuerpo del joven Constant, tumbado de espaldas en la cama, degollado limpiamente en un cuarto totalmente cerrado por dentro y sin rastro alguno del arma del crimen. Grodman, aunque policía retirado, irá indagando por su cuenta, rivalizando con el inspector Edward Wimp, quien se aprestará a detener, como sospechoso de asesinato, a otro sindicalista, Tom Mortlake, que también se hospedaba en la misma pensión de Bow. No hace falta decir que Mortlake, a pesar de ser un sospechoso bastante contundente por sus motivos (de índole amorosa), no era el asesino, como al final revelará Grodman en su solución del caso. Dejo aquí el relato de la historia para no estropearles el efecto final a sus posibles lectores.


Zangwill consigue describir perfectamente los ambientes en que se mueven sus personajes, además de llenar toda su historia de un finísimo humor que, en apariencia, disuena en las tramas de misterio policial, pero que sería luego usado por muchos autores de novelas policíacas, Chesterton entre ellos. Él mismo reconoce en el citado prefacio que en su obra el humor es demasiado abundante (no os perdáis los retratos de sus personajes; incluso aparece el célebre político inglés Gladstone en la narración) pero justifica su empleo como aditamento necesario en toda historia que describa la vida de forma realista.


Este humor descolla sobre todo en las escenas de la encuesta y del juicio sobre el caso del "misterio de Bow", en la amena y divertida descripción del brumoso Londres o de los personajes principales, en especial de algunos como la señora Drubdump, Grodman o el poeta Denzil Cantercot y su amigo y benefactor, el filosófico Peter Crowl. Se puede decir, pues, que además de relato policial es una novela de tipos humanos, a cual más peculiar y llamativo. Sólo por eso ya merece una atenta lectura. Pero El misterio de Big Bow ofrece mucho más: es todo un clásico de la narrativa de crímenes, porque constituye, por primera vez, una historia donde el crimen se ha cometido en un cuarto totalmente cerrado, elegante recurso que un autor como John Dickson Carr elevaría a sus más altas cotas. 


Tal vez, si alguno de vosotros se anima a leerla, si es que conseguís una traducción al español, llegue a terminarla y se quede con cierta sensación de disgusto pues he de reconocer que la solución que se ofrece al final puede no resultar satisfactoria para muchos lectores exigentes. 

En cualquier caso, merece la pena leer esta novela, por las razones que ya he apuntado. La única pega es que una edición actual de este libro resulta bastante difícil de encontrar. Yo he podido acceder a él por pura casualidad, ya que estaba en casa de mis suegros, en uno de esos volúmenes con cuatro o cinco novelas de misterio que la Editorial Forum publicó en su colección del famoso "Círculo del Crimen". 

En fin, si yo he podido conseguir el libro, vosotros también podréis. No obstante, animo a las editoriales españolas especializadas en el género de misterio a que saquen una nueva edición del libro de Zangwill, que hará las delicias de sus lectores. 


Que Dios os bendiga y Nuestra Señora la Virgen os proteja siempre. Cuidaos mucho, amigos, y hasta la próxima.

martes, 12 de julio de 2016

EL MISTERIO DEL CUARTO AMARILLO, DE G. LEROUX

Una de las novelas policiales más sorprendentes que se han escrito es, sin duda, El misterio del cuarto amarillo, del autor francés Gaston Leroux (1868-1927). 

Leroux es también el creador de la famosa novela El fantasma de la Ópera (1910) que, si bien no cabe considerarla como novela policial, presenta un relato de misterio con tintes casi policiacos.

Gaston Leroux, aunque también era abogado y cronista judicial, dedicó casi toda su vida al periodismo y a la escritura de novelas, siendo algunas de las más célebres las que tienen como protagonista a su más famoso personaje, el detective Joseph Rouletabille, el cual aparece en ocho novelas, la más importante de las cuales es precisamente El misterio del cuarto amarillo, la primera de la serie de "Rouletabille".

El misterio del cuarto amarillo (Le Mystère de la Chambre Jaune) fue publicada en 1907 y presenta aquello que se denomina "problema del recinto cerrado" o "misterio del cuarto cerrado", es decir, que se halla a un muerto por asesinato en una habitación en la que parece imposible que un asesino haya entrado o salido. Antecedentes de este tipo de problema de la novela policial los hallamos en el famoso relato de Edgar Allan Poe, Los crímenes de la Rue Morgue, o en la novela de Israel Zangwill, El misterio de Big Bow.

En la novela de Leroux, la joven Mathilde Stangerson es atacada por un misterioso asaltante en el cuarto donde ella duerme, que es el cuarto amarillo. El padre del Mathilde, el científico Stangerson, y el mayordomo, el tío Jacques, tras oír unos disparos, acuden al cuarto amarillo ante las insistentes llamadas de socorro de Mathilde. 

La encuentran sangrando, el cuarto revuelto y de su misterioso agresor solo queda la pistola, que luego se descubre que pertenecía al tío Jacques. Las ventanas y la puerta estaban cerradas por dentro con lo que nadie sabe cómo pudo el asesino entrar o salir del cuarto amarillo.

Ante lo irresoluble de aquel misterio, la Policía contrata los servicios del famoso detective inglés, Frederic Larsan, en tanto que el señor Stangerson contrata al joven detective Joseph Rouletabille, quien resolverá finalmente el caso, a pesar de lo sorprendente de su solución. 

Para conseguirlo, el joven y aventurero periodista Joseph Rouletabille incluso tendrá que viajar a América, además de hacer múltiples pesquisas. En el juicio del caso se acusa a Robert Darzac, el prometido de Mathilde, pero Rouletabille demuestra que Darzac no fue el responsable de la agresión.

El final de la novela resulta sorprendente y no defraudará a nadie que se acerque a ella. Como siempre, los lectores me perdonarán que no descubra la solución que encierran las páginas de esta novela, para que pueda ser disfrutada con la emoción que merece. La novela de El misterio del cuarto amarillo ha sido adaptada al cine en varias ocasiones, desde la primera versión, que se hizo en 1919, hasta una muy reciente, de 2003. 

Rouletabille, con su aire de eterno adolescente, su carácter aventurero y su perspicacia e ingenio, representa muy bien el tipo de detective amateur que nace con el Dupin de Poe y llega hasta nuestros días. Rouletabille aparece en otras aventuras debidas a la pluma de Leroux: El perfume de la dama de negro (1909, con las consecuencias del misterio del cuarto amarillo); Rouletabille con el Zar (1912); La extraña boda de Rouletabille (1914); El castillo negro (1914); Rouletabille con Krupp (1917); El crimen de Rouletabille (1921) y Rouletabille en Bohemia (1922).

Estoy convencido de que esta novela os gustará mucho y os sorprenderá por su argumento y por la resolución final. Leroux es uno de los pioneros de la novela policial, uno de los mejores autores franceses del género y esta, su obra maestra, que bien merece una lectura, puesto que se trata de uno de los clásicos del género.

Que Dios os bendiga a todos y Nuestra Señora os proteja siempre. Hasta pronto, amigos.

EL HOMBRE ETERNO, DE G.K. CHESTERTON

"EL HOMBRE ETERNO"



En 2007 Ediciones Cristiandad reeditó una nueva traducción al español de El Hombre Eterno (The Everlasting Man) escrita por Chesterton en 1925, poco después de convertirse al catolicismo oficialmente. Esta edición incluye un prólogo de Juan Manuel de Prada, autor que presenta muchas relaciones con Chesterton e incluso diría que su lectura le ha influido, en la consideración de ciertos temas. 

El libro lo compuso, según dicen, como una respuesta a otro de Herbert George Wells (Outline of History), una especie de historia de la humanidad en la que habla de Jesús como simple hombre mortal. Chesterton, siempre dispuesto a la controversia, polémica dialéctica y por escrito, en defensa del cristianismo, compuso este libro de El Hombre Eterno como una suerte de novela sobre la historia de la humanidad, en dos partes: primero, la historia de Cristo, y luego la historia del Cristianismo. Es la narración acerca del hombre (de la criatura llamada hombre) y la narración acerca del Hombre Eterno, es decir, de Cristo (del hombre llamado Cristo).

Esta obra en concreto influyó muchísimo en la conversión del célebre escritor Clive Staples Lewis, el autor de los libros de Narnia, como él mismo confesó en carta a unos amigos suyos, hacia los últimos años de 1940. A tal punto le influyó, que en esas cartas revelaba que El Hombre Eterno bautizó su intelecto, considerando el libro como el mejor volumen de apologética cristiana. El autor inicia su libro con estas maravillosas palabras:

Hay dos formas de llegar a casa, una de ellas es permanecer en ella y la otra es caminar a través de todo el mundo hasta que volvamos al mismo lugar
.

Como en el viaje de Ulises a su casa, Chesterton escribió el libro para todos aquellos que no habían logrado llegar a la casa de la primera forma, animándoles a hacerlo de la segunda manera.

Conservo este libro en una edición de la editorial mexicana Porrúa, que tiene mil años, por lo menos, pero por la que guardo un especial cariño. El libro, en efecto, se lee como una novela y, aprovechando que no hace mucho ha vuelto a ver la luz en esta excelente edición, os invito a que lo descubráis. Estoy seguro de que no os defraudará y, para los que os desenvolváis en inglés, podéis leerlo en Internet, en la página a la que os remito aquí mismo: The Everlasting Man.

Espero que os guste su lectura. Tal vez pueda serviros para llegar a casa...

LAS SIETE ESTRELLAS: RECUERDOS DE DANTE EN FRANCISCO IMPERIAL (Dedicado a Monica Palozz

DANTE ALIGHIERI (1265-1321)

Comencé el año con muchos trajines pero, sin poner pie en el estribo, con las ansias de nuevas escrituras y renovadas o añejas lecturas; con el vivo deseo de escribir y de leer incluso los papeles que me fuera tropezando por el suelo, como nuestro clásico Cervantes. Comencé el año leyendo a los poetas del Cancionero de Baena (siglo XV),en una antología que debo al regalo y cuidado de mi queridísima Sol.

Entre ellos, destaca sin duda Miçer Francisco Imperial, el autor del Dezir de las siete virtudes, en cuyos versos, tan extraños al oído castellano actual como sorprendentes por algunos de los vocablos o expresiones que usa, me llevaron a recordar el luminoso genio de Dante Alighieri, el máximo poeta florentino, el mago del endecasílabo y de los tercetos encadenados (terzine o terza rima, como se dice en italiano, según creo).

Dante, al igual que Francesco Petrarca, modelaron y dieron nueva vida, vita nuova, a la Poesía no solo florentina o italiana, sino de Europa toda. Dante es poeta épico, de narratividad selvática y entrañable amor, aunque también pavor (o paura), por las personas, personajes y todas las criaturas que pueblan sus poemas; el no menos genial Petrarca es claramente lírico y, no en vano, tras los sonetos de su Canzoniere palpitó luego, y tal vez aún palpite, la poesía petrarquista y clásica de todas las épocas que siguieron a la suya, entre Edad Media y Renacimiento.

Pues bien, nuestro Miçer Francisco Imperial, en las estrofas y versos que componen su magna opus, nos deja vivísimos reflejos de la impresión que, sin duda, le causó la lectura de la Commedia de Dante. Así podemos apreciarlo, por ejemplo, en el

Dezir I

Bien commo cuando fablar señores
Quieren en cortes o en los conclaves,
Que dexan la fabla todos los menores,
Asi cesaron por todas las aves
Sones e cantos: despues muy suaves
Bozes espiraron las nobles doncellas,
E para se dezir las razones d'ellas
Ayúdeme Apolo, que a mí son muy graves.

Non vido Aliger tan gran asonsiego
En el escuro limbo espiramentado,
En el grant colegio del maestro griego
Con el Mantuano ser poetizado,
Commo de mostro me paresció cuando
Començó afablar el alto planeta
Con Jupiter junto en bos mansueta,
Commo adelante va metrificado.

Tanta alegria non mostró en el viso
El poeta jurista teologo Dante
Beatris en el cielo, commo cuando quiso
Rasonar el Sol:despues con senblante
De grant affection dixo: «Este infante
Mas que Absalon sea muy fermoso,
En andar e gestos muy asseoso,
Commo Ercoles fuerte sea, e constante.

Pero donde tal vez el poeta español nos dejase un más colorido, emotivo y sentido homenaje a su maestro italiano, a su adorado Dante, fue en algunas estrofas del Dezir II donde, entre otros poetas y entre otras alusiones de clásico sabor literario, nos pinta su encuentro con el Alighieri, apelando a sus lectores y colegas poetas, de forma muy tajante, con palabras tales como las que siguen:

Callen poetas e callen autores,
Omero, Oracio,Virgilio e Dante,
E con ellos calle Ovidio D'amante  
E cuantos escripvieron loando señores,
Que tal es aqueste entre las mejores,
Commo el lucero entre las estrellas,
Llama muyclara a par de centellas,
E commo la rosa entre las flores.

Non se desdeñe la muy delicada
Enfregimio griega, de las griegas flor,
Nin de las troyanas la noble señor,
Por ser aquesta atanto loada;
Que en tierra llana e non muy labrada,
Nasce alas veses muy oliente rosa,
Assi es aquesta gentil e fermosa,
Que tan alto meresce de ser comparada.

Desque volviera a man[o] diestra el rostro,
Vi por la yerva pissadas de omme,
Onde alegre fuïme  por el rastro,
El cual derecho a un rrosal llevóme.
E commo cuando entre árboles asome
Alguno, que ante los [sus] ramos mesce,
E poco a poco todo assi paresce,
Tal vide un omme; muy cortés saluóme. 

          [saludóme, me saludó]

Era en [la] vista benigno e suave
E en color era la su vestidura
Cenisa o tierra, que seca se cave;
Barba e cabello albo sin mesura,
Traía un libro de poca escriptura,
Escripto todo con oro muy fino,
E comenzaba: En medio del camino,
E del laurel corona e centura.

De grant autoridat avia senblante,
De poëta de gran excellencia,
Onde [yo] omilde, enclinéme delante,
Faciéndole conplidareverenoia.
E díxele con toda obediencia:
—Afectuosamentea vos me ofresco,
Et magüer tanto de vos non meresco,
Seyami guia vuestra alta sciencia.

Dióme respuesta en [muy] puro latin:
—«A mí [me] plaze lo que tu deseas.»
Et de ssi dixo en lengua florentin:
«E porque cierto tú más de mi seas,
Vuelve conmigo do quiera que veas
Las síete estrellas, que en el ciel relumbran,
Et esto, fijo, ciertamente creas.»

Aparte de otras muchas cosas, la hermosa descripción que Imperial nos regala del sabio y tenaz poeta florentino (“Era a la vista benigno y suave...”), con sus ropas como de color de tierra o de ceniza (sabe Dios qué ilustraciones vería Imperial donde se retrataba o pintaba a Dante, entre los siglos XIV y XV), con la barba y el cabello blanco sin medida...

Tal vez asistamos a la descripción de un Dante ya anciano en la imaginación de Imperial; un Dante que lleva en la mano un libro 'de poca escriptura', es decir, breve, a juicio del poeta español. Breve pero escrito en oro fino, con letras doradas, iluminadas e iluminadoras... No se deja olvidado el detalle del laurel, Dante poeta coronado, que es como se le solía retratar antaño, y aún me figuro que seguirá dándosele esa corona, pues mucho antes que él la llevaron otros, como el poeta medieval Estacio, y otros que le siguieron, como el propio Petrarca.

En España, si no me equivoco, el último poeta coronado con hojas de laurel fue don José Zorrilla, pero tal vez servidor yerre en esto, pues es dato que extraigo de mi memoria y esta falla a menudo.


En suma, el retrato que Imperial le saca a Dante es paralelo al que el propio Dante ofrece de su maestro Virgilio, il mio Duca, su guía. Pareciera como si los poetas se pasaran el testigo, la llama viva de la Poesía, de unos a otros: de Virgilio a Dante, de Dante a Imperial...

Recuerden los lectores que los escritores ya citados, al igual que otros poetas de la ingente producción literaria de Occidente, son como estrellas que iluminan el sendero por el que vienen transitando los pueblos de Europa. Imperial nos transmite su impresión, su lectura, su vissio (visión) de Dante, entre el alucinado sueño literario, tan propio de la Edad Media, y la dura realidad, en semipenumbra y dolor, de la época que les tocó vivir.

Siete estrellas, siete planetas, siete poetas... ¿Cuáles son vuestros poetas favoritos?

Deje el lector de estas líneas, si lo desea, testimonio de sus poetas favoritos y vayan mis torpes palabras enviadas, con mucho cariño, enviadas a la estrella que viene iluminando nuestras recientes escrituras: me refiero al genio bueno, humilde, bondadoso, sincero, sencillo y afable de nuestra querida editora de Pragmata Edizioni, de nuestra deslumbrante escritora, narradora, promotora y amiga italiana, Monica Palozzi.

Brindemos, pues, por Monica, por la Poesía europea (italiana, española, etc) y por las buenas cosas que, de cuando en cuando, nos depara la vida.

lunes, 11 de julio de 2016

LEYENDO A LOVECRAFT

Ha querido la casualidad que en estos últimos días me acerque a algunos relatos del escritor Howard Phillips Lovecraft (1890-1937), un autor tan aparentemente alejado del estilo chestertoniano, aunque en algunos relatos del inglés se adivinan elementos de lo fantástico que cuadrarían bastante bien en las fantasmagorías y pesadillas imaginadas por el narrador de Providence.

He dicho que la casualidad ha querido que me entregue a la lectura de esos relatos y, realmente, más que la casualidad ha sido el hecho de que mi querida esposa me incitase a participar en un concurso de cuentos donde se trataba de imitar el estilo y los temas de Lovecraft. 

Al final, la falta de tiempo, como suele suceder, me ha impedido escribir un relato que evocase los célebres "mitos de Cthulhu" (tal vez lo haga en otra ocasión), pero esta circunstancia me ha deparado la fortuna de poder conocer un poco mejor el universo lovecraftiano, en especial lo que se refiere a los citados mitos.

He podido leer algunos relatos del autor norteamericano en diversas antologías y, de entre los leídos, mis favoritos son "En la noche de los tiempos", "La sombra sobre Innsmouth" y "La maldición que cayó sobre Sarnath". En estas narraciones late el talento de Lovecraft para crear suspense y atrapar al lector en una red de dudas, visiones, ensueños y emociones. Sin duda, es un maestro en la creación de ambientes lúgubres y de personajes atormentados. Leyéndole casi le entran a uno las ganas de buscar el famoso y horripilante libro del Necronomicón... Aunque hay lecturas que vale más ignorar, ¿no os parece?

Es una lástima que este autor muriera demasiado joven, sin haber acabado toda esa fascinante mitología. Sin embargo, también es una suerte que otros autores contemporáneos suyos recogieran el testigo y alimentasen nuestra fantasía con imaginativas historias ambientadas en ese universo de lo oculto, lo ancestral y primigenio.

Espero que, si vosotros también os acercáis a los libros de H.P. Lovecraft, disfrutéis tanto como yo con sus terribles e inquietantes creaciones. No me cabe duda de que su lectura no os decepcionará.

Que Dios os bendiga y la Virgen os proteja siempre.


LOS SOÑADORES DEL GUETO

LOS SOÑADORES DEL GUETO
MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA

Como un personaje más de su novela
, Miguel de Cervantes, tras dejar con las espadas en alto al ingenioso hidalgo Don Quijote y al vizcaíno fingido, sin saber cómo continuaría esa historia, escribe estas palabras: «como yo soy aficionado a leer aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado desta mi natural inclinación tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía y vile con caracteres que conocí ser arábigos» (Quijote, I, cap. 9). 


En esos cartapacios con caracteres arábigos encontraría la continuación de la historia de Don Quijote, narrada por el historiador Cide Hamete Benegeli. La interrupción de la narración del episodio del vizcaíno fingido, el hacerse pasar por personaje y la invención de un narrador secundario como Cide Hamete son algunas de las más afortunadas innovaciones novelísticas del genial Don Miguel. Pero no es de esto de lo que deseaba hablaros.

T
raigo esta referencia cervantina a cuento de algo que me sucedió hace unos días. Aunque no sean los papeles rotos de las calles, a mí también me gusta pararme a ver los puestos de libros. Así, echando un vistazo a lo que tenían, me topé con un libro que me llamó la atención desde el primer momento. El volumen, bastante viejo, tenía las tapas en rojo y al abrirlo descubrí que se trataba de Traümer des Ghetto,
de Israel Zangwill (si pincháis en el nombre os remitirá al artículo que Wikipedia le dedica). El título del libro significa "Los soñadores del Gueto" y es una traducción al alemán de la novela (y conjunto de ensayos sobre Spinoza, Heine y Lassalle) Dreamers of the Ghetto, que apareció en 1898. El ejemplar que tenía en mis manos era una primera edición, publicada en Berlín en 1908 y traducida por el Dr. Hanns Heinz Ewers. ¡Un libro que tenía más de un siglo! 

Fue una gran sorpresa, porque nunca antes había visto ningún libro de ese autor. Confieso que no he leído nada de Zangwill, pero sabía que era un escritor inglés, de ascendencia judía, y que además había sido amigo de Chesterton (existe una foto en la que aparecen los dos juntos paseando, pero no he podido encontrarla en Internet). Por cierto que, en un momento de su vida, Chesterton fue acusado de antisemitismo. La amistad con Zangwill, además de muchas referencias sobre Israel y la historia del pueblo judío en algunas de sus obras, desmienten por completo esa injusta afirmación.
En aquel instante, me asaltó la duda de si comprarlo o no. La oferta era dos libros por cinco euros y, aunque era muy barato, lo dejé en el puesto y me marché. No sé leer alemán (ya me cuesta leer inglés, conque alemán, imaginaos...), así que me fui.
Más de una vez me ha pasado ver un libro que me gustaba, dejarlo por diversos motivos y cuando, algún tiempo después, me decidí a comprarlo, ya había volado. En fin, pudo más mi fetichismo de bibliófilo y, a los pocos días, al pasar por el puesto, me acerqué de nuevo a ver si el librito continuaba allí. En efecto, ahí estaba. Cogí el volumen de Zangwill y otro (Entre bobos anda el juego, comedia de Francisco de Rojas Zorrilla), pagué los cinco euros y me los llevé a casa.

Sé que nunca leeré esa edición y tal vez nunca lea el libro (creo que existe una traducción al castellano), pero me apetecía tenerlo. Pienso en la barbarie que el nazismo alemán perpetró contra los judíos, la tragedia del Holocausto que ahora, con tanta desfachatez, niegan algunos personajes impresentables, y ese sentimiento me estremece al ver el libro.

Ni Zangwill, que murió en 1926, ni Chesterton, que falleció en 1936, llegaron a conocer aquel horror. Es cierto que a Chesterton no se le pasó por alto el ascenso del nazismo hitleriano y advirtió de sus peligros para toda Europa. Como nosotros sabemos lo que ocurrió, de ningún modo podemos olvidar o negar ese hecho infame y execrable, aunque esto no supone que justifiquemos absolutamente todo lo que hace Israel en la actualidad.


Los soñadores del Gueto tienen derecho a seguir soñando; los soñadores de todos los pueblos del mundo tienen derecho a seguir soñando.

EL LIBRO DE LOS SERES IMAGINARIOS

EL LIBRO DE LOS SERES IMAGINARIOS



El otro día encontré, entre los libros de una polvorienta estantería, uno que leí cuando era adolescente. Se trata del Libro de los seres imaginarios, de Jorge Luis Borges, editado por Bruguera (hoy desaparecida, por desgracia), en una edición de 1980, aunque el libro lo escribiera Borges allá por 1962 -¡ya ha llovido! Hoy el libro es accesible en otra edición, de Alianza Editorial, o está en las Bibliotecas, así que no tenéis excusa para no leerlo.


Es este libro una especie de "bestiario" moderno, género que estuvo muy en boga en la Edad Media, y en el cual compila Borges todas aquellas criaturas nacidas de la imaginación del ser humano, especialmente los seres y monstruos que pueblan o poblaron la Literatura universal. 

Tuve entonces la ocurrencia de entresacar algunas citas del libro, realmente jugosas, para copiarlas aquí a fin de abrir vuestro apetito y que así os entren las ganas de degustar completo este suculento y enjundioso volumen. Es decir -ya sin metátoras culinarias-, para que os dé gana de leerlo. Van algunas de las más sabrosas citas. Reúno en ellas a algunas de las criaturas más inverosímiles. 

Espero que los monstruos que demuestran os asombren tanto como a mí. Ahi van:


De "Los ángeles de Swedenborg" (págs. 12-13): "Los ángeles son las almas que han elegido el Cielo. Pueden prescindir de palabras; basta que un ángel piense en otro para tenerlo junto a él. Dos personas que se han querido en la Tierra forman un solo ángel. [...] Los ángeles pueden mirar al Norte, al Sur, al Este o al Oeste; siempre verán a Dios cara a cara. Son ante todo teólogos [...] En el Cielo no existe el tiempo; las apariencias de las cosas cambian según los estados de ánimo..."


De "Los Brownies" (pág. 48): "Son hombrecitos serviciales de color pardo, del cual han tomado su nombre. Suelen visitar las granjas de Escocia y durante el sueño de la familia, colaboran en las tareas domésticas [...] El ilustre escritor Robert Louis Stevenson afirmó que había adiestrado a sus Brownies en el oficio literario..."


De "Los demonios de Swedenborg" (pág. 70): "...los demonios no constituyen una especie; proceden del género humano. No están felices en esa región de pantanos, de desiertos, de serlvas, de aldeas arrasadas por el fuego, de lupanares y de oscuras guaridas, pero en el Cielo serían más desdichados. A veces un rayo celestial les llega desde lo alto; los demonios lo sienten como una quemadura y como un hedor fétido. Se creen hermosos, pero muchos tienen caras bestiales o caras que son meros trozos de carne o no tiene caras. Viven en el odio recíproco y en la armada violencia; si se juntan es para destruirse o para destruir a alguien. Dios prohíbe a los ángeles y a los hombres trazar un mapa del Infierno, pero sabemos que su forma general es la de un Demonio".


De "El doble" (pág. 73-74): "Sugerido por los espejos, las aguas y los hermanos gemelos, el concepto de Doble es común a muchas naciones [...] En Alemania lo llamaron Dopple-Gänger; en Escocia el Fetch, porque viene a buscar (fetch) a los hombres para llevarlos a la muerte..."


De "Los gatos de Kilkenny" (pág. 102): "...En la novela onírica Alice in Wonderland, Lewis Carroll otorgó al gato de Chesire el don de desaparecer... hasta no dejar más que la sonrisa, sin dientes y sin boca. De los gatos de Kilkenny se refiere que riñeron furiosamente y se devoraron hasta no dejar más que las colas".

De "Haniel, Kafziel, Azriel y Aniel" (págs. 111-113): "En la Revelación de San Juan se dice: '...y los cuatro animales tenían cada uno seis alas... y estaban llenos de ojos'. 

De aquí derivó Chesterton su ilustre paradoja de la noche: un monstruo hecho de ojos (a Monster made of eyes)...


Podría seguir con dragones, con catoblepas, con basiliscos y mil y un seres ilusorios y estremecedores, pero no quiero agotaros.


Espero que podáis acercaros a las hermosas páginas de este apasionante libro, bestiario de animales imposibles y -¿quién sabe?- tal vez más reales que nosotros mismos. 

Que Dios os bendiga a todos. Saludos y... hasta cuando vuestra imaginación pueda volver a materializarme.

DOS NOVEDADES CHESTERTONIANAS

DOS NOVEDADES CHESTERTONIANAS


Ayer por la tarde estuve con mi esposa dando una vuelta por el centro de Madrid, y entramos a una de esas grandes superficies donde tienen de casi todo, desde libros hasta ordenadores, pasando por juegos de videoconsola. Queríamos echar un vistazo y la verdad es que los dos tenemos bastante peligro en ese sentido, porque siempre cae algo, una película, un compact disc, un libro... Al final, cayeron cinco libros, pero es que hay que prepararse las lecturas de verano. De ahí este breve post en el que quisiera participaros dos novedades chestertonianas que descubrimos ayer, por si os apetece echarles un vistazo. Ni qué decir tiene que aún no los he leído, pero estoy convencido de que me gustarán.

Se trata de dos libros de G. K. Chesterton, como no podía ser de otra forma: uno es la nueva edición de Herejes (Heretics), publicada por la editorial El Acantilado (compré la 2ª edición, febrero de 2009), con traducción de Stella Mastrangelo. Es un clásico entre los libros de Chesterton. En él se despacha a gusto sobre casi todo, en especial sobre la religión cristiana, las religiones modernas, e incluso el ateísmo moderno; sobre el vegetarianismo; sobre Ibsen; sobre Bernard Shaw; sobre Wells o sobre Kipling. No deja palo sin tocar. Lo dedicó a su padre y es una auténtica joya del pensamiento y del ensayo "estilo made by Chesterton". Se publicó originalmente en 1905, y de esta obra nacería otro libro, su célebre Ortodoxia (Orthodoxy, 1908), que contiene la filosofía personal de nuestro autor y a la que el año pasado le dediqué una entrada. Merece la pena leer ambas, Herejes y Ortodoxia: tal vez sean, junto con El hombre eterno, los tres mejores ensayos de Chesterton.

El otro libro es totalmente nuevo para mí. Afirman los editores que es la primera vez
que se publica y traduce en castellano. Puede ser cierto, no lo pongo en duda. Se trata de Lo que vi en América (What I Saw in America), en una edición de la editorial Renacimiento, de mayo de 2009, con traducción de Victoria León. O sea, como quien dice, acaba de salir del horno. Originalmente se publicó en 1922 y recoge las impresiones de Chesterton acerca de los Estados Unidos, en especial, y de toda América, en general. El libro fue fruto de una larga serie de conferencias que Chesterton dio por gran parte de los Estados Unidos, Canadá y algunos países de América del Sur. Es, por tanto, un libro de viajes, pero con el peculiar estilo irónico y lleno de paradojas del autor inglés. Confieso que, así como he leído Herejes (no en la edición citada, sino en otra más antigua), éste de Lo que vi en América es totalmente nuevo para mí y, en cuanto lo haya leído, os haré saber mi opinión, si os parece. Seguro que es muy interesante y el verano es un buen momento para leer un libro de viajes.

Como imaginaréis, estoy encantado por haber descubierto estas dos novedades chestertonianas. Os deseo que pronto disfrutéis de las vacaciones. Se me ocurre que podéis aprovechar la ventana de comentarios para recomendar libros que hayáis leído o que vayáis a leer durante estas vacaciones. Me gustaría mucho conocer vuestras "lecturas de verano".

Os deseo lo mejor y, como siempre, os envío un afectuoso saludo.

domingo, 10 de julio de 2016

ORTODOXIA, DE G. K. CHESTERTON

ORTODOXIA (1908-2008)

G. K. CHESTERTON

"UNA DEFENSA SERIA DE LA ORTODOXIA ERA MUCHO MÁS SORPRENDENTE PARA EL CRÍTICO INGLÉS QUE UN ATAQUE SERIO CONTRA LA ORTODOXIA PARA UN CENSOR RUSO".


Ortodoxia (Orthodoxy, 1908) es una de las obras maestras de Gilbert Keith Chesterton. No es fácil definir el género de esta obra singular y sumamente conmovedora. Es un ensayo, desde luego, pero no podríamos decir si se trata de un ensayo filosófico, de un ensayo religioso, de un ensayo humanístico o de un ensayo histórico. Probablemente sea todas esas cosas y ninguna, a la vez.

Fue escrito como un desafío. Un tal G. S. Street, un periodista de la época, retó a Chesterton a que explicase cuále era su filosofía de vida y, ante semejante provocación, el inglés no pudo resistirse. Hay que entender que nuestro autor era, ante todo, un hombre caballeroso, casi diría caballeresco, en el sentido en que creía en la antigua Orden de la Caballería, al estilo medieval.

En cierto modo, es también una continuacion: se trata de la segunda parte de otra obra de Chesterton Herejes (Heretics, 1905) en la que criticaba algunas de las modernas herejías, a través del análisis de las obras de otros autores ingleses de su tiempo, como George Bernard Shaw, Herbert George Wells, Rudyard Kipling, etc.

Ortodoxia es la respuesta de Chesterton a las 'herejías' del mundo moderno que, según el propio autor, no son otras que el fatalismo, el ateísmo, la idolatría al dinero, el vegetarianismo, el higienismo, la eutanasia, la eugenesia... Pero no es una 'ortodoxia' cualquiera: es una ortodoxia plenamente cristiana, incluso católica.

Es curioso que el autor no se convirtiera hasta 1922, catorce años después de escribir este libro. Decimos que es curioso porque, por su contenido, puede leerse como la obra de un autor cristiano, católico romano, con lo que resulta extraño que un periodista inglés inmerso en una mundo materialista, ateo y casi pagano defendiera las ideas de la 'vieja Iglesia de Roma' sin estar dentro de la Iglesia, es decir, sin profesar la fe cristiana.

Por eso, entre otras razones, podemos decir que es singular este libro: porque supone una encendida defensa de la fe católica hecha por un hombre que, en rigor, no era católico en el momento de escribirla. Una paradoja más, pues la vida de Chesterton lo fue y en su obra se dejan ver multitud de paradojas.


Si el lector no conoce esta obra le sorprenderá por su amenidad, porque Chesterton es un autor, ante todo, divertido. No es éste el clásico manual de teología o religión, sino que se trata de un compendio de ideas y argumentos sobre la vida, en clave filosófica, moral y religiosa, que incluso podrá ser atractivo y sugerente para los no creyentes. Por eso recomendamos vivamente su lectura, porque es un libro fundamentalmente entretenido.

Los que os acerquéis a ella no os sentiréis defraudados. Es más: seguro que os aficionáis a la lectura de otras obras de este clásico del siglo XX.

sábado, 9 de julio de 2016

BARONESA DE ORCZY: EL VIEJO EN EL RINCÓN

Emma "Emmuska" Orczy, Baronesa de Orczy (1865-1947), fue, además de aristócrata y novelista, la creadora del célebre personaje de la Pimpinela Escarlata (The Scarlet Pimpernel, 1905),  protagonista de una serie de novelas en las que ese intrépido aventurero inglés, oculto bajo los más impensables disfraces, se dedicaba a rescatar y salvar a condes, barones y otros nobles franceses atribulados para ayudarles a escapar de la cruel Madame Guillotine, en los sangrientos tiempos de la Revolución francesa y del régimen del Terror de Robespierre y compañía.

LA BARONESA DE ORCZY

Hoy que vivimos en un mundo en permanente cambio y donde los aristócratas y nobles están, en general, muy mal vistos, no sabemos si quien tendría que haber escapado habría sido el propio Pimpinela, antes de ser perseguido por los "indignados" de medio mundo. Sea como fuere, este sagaz personaje le dio fama a la Baronesa de Orzcy, aunque si ahora la traemos aquí para someterla a vuestro buen
juicio y consideración no es como creadora de la Pimpinela Escarlata, sino como autora de relatos de misterio. 

En efecto, la Baronesa de Orczy es también la creadora de un singular detective, el viejo en el rincón. Lo peculiar de este "viejo en el rincón" es precisamente que pertenece a esa especie de detectives que resuelven los casos que se les plantean sin moverse de su residencia. 

En realidad, este era uno de los tipos o formas que ya había preludiado el genial Edgar Allan Poe en su historia "El misterio de Marie Rôget", ya tratado en las páginas de este blog. En esa aventura, el analítico Dupin desvela el asunto sin moverse de su cuarto, guiándose tan solo por las especulaciones que realiza al leer los artículos de diversos periódicos parisinos. De igual modo, el viejo en el rincón desentraña los enigmas que le plantean sin moverse de su "rincón". Más adelante me referiré a otros célebres personajes de esta extraña estirpe de 'detectives inmóviles'.

La primera aparición del viejo en el rincón (The Old Man in the Corner) es de 1901, en la revista The Royal Magazine, en una serie de "Seis misterios de Londres", aunque la primera vez que vio la luz en forma de libro fue en 1909, en un volumen de breves historias policiales, entre las que destacan "La misteriosa muerte en Percy Street", "El crimen de Regent's Park" o "El misterio de Dublín", entre otros. 

Las historias son narradas por la señorita Polly Burton, una joven periodista, tal vez trasunto juvenil de la propia baronesa, que relata de forma amena y objetiva las asombrosas cualidades deductivas que el viejo en el rincón usa para desvelar los más intrincados misterios. 

No sabemos a ciencia cierta quién es este hombre tan agudo e inteligente. Tampoco se nos dice cómo se llama o a qué se dedicaba en su juventud. Lo que sabemos es que el viejo es un hombre que razona sin moverse, un hombre que es puro pensamiento desde la inmovilidad de su cuarto. Mientras se encuentra sentado en un sillón, tomando té con leche y tarta de queso, realiza los más sorprendentes ejercicios de análisis deductivo, llegando a desenmascarar a muchos criminales. 

Cabe decir que el viejo en el rincón sería la antítesis de todos aquellos detectives de acción, al estilo de la mejor novela negra, tales como Sam Spade, Philip Marlowe o Lew Archer, por citar a los más conocidos. El viejo no precisa de rocambolescas aventuras, de arriesgados números de circo ni de acrobacias con una pistola en ristre. Es un hombre ciertamente intelectual, como el Profesor Van Dusen, de Futrelle, pero más viejo. Su inmovilidad se debe, sin duda, a su vejez pero ese impedimento físico no le afecta para nada para el desarrollo de sus capacidades mentales.

Se ha escrito que el personaje de la Baronesa de Orczy es el primero de los detectives inmóviles o "de sillón" (armchair detectives, por decirlo en la forma inglesa) pero ya hemos visto que existía el conocido antecedente de Poe, aunque lo que en Dupin es cosa de una aventura, se constituye en rasgo permanente e indiscutible del viejo. Otros detectives "de sillón" serían el orondo bebedor de cerveza y cultivador de orquídeas, Nero Wolfe, de Rex Stout (a quien en un futuro le dedicaremos algunas entradas aquí) o el cachazudo Isidro Parodi, de Borges y Bioy Casares, que resuelve los enigmas desde su celda, en la que cumple condena por un delito que, encima, no cometió.

En suma, el "viejo en el rincón" es uno de los detectives más peculiares de la amplísima galería de personajes que el género nos ha dejado desde que comenzara oficialmente, con las narraciones detectivescas de Poe, de mediados del siglo XIX. 

El gran mérito de la Baronesa de Orczy fue dotar de consistencia, validez y amenidad a un tipo de detective que podría no haber durado más de un par de casos. Lo peor es que, dada la inmovilidad y estatismo del personaje, muchos de los crímenes quedan resueltos pero nadie se ocupa de atrapar al culpable, con lo que se infringe una regla básica de la narración policial: que la acción de la Justicia alcance a los malhechores.



Con todo, merece la pena que los lectores se acerquen a las historias del "viejo en el rincón". Sin duda, se divertirán. Las próximas entradas sobre novela policial estarán dedicadas (al fin) a las aventuras del Padre Brown, de nuestro querido y admirado Gilbert Keith Chesterton.

Que Dios os bendiga a todos y Nuestra Señora os proteja siempre. 

Hasta pronto, amigos.