lunes, 10 de julio de 2017

GILBERT K. CHESTERTON: EL CANDOR DEL PADRE BROWN (1)

En pleno verano, escribo algunas humildes pero admirativas entradas a tratar sobre Chesterton y su Padre Brown, que también van dedicadas al amigo Alejandro, de Venezuela, que no hace mucho ha descubierto a este maravilloso autor y su personaje y cuya amistad, a través de su excelente blog, me honra y la agradezco en grado sumo. Así pues, estas entradas sobre el P. Brown han sido escritas especialmente para ti, Alejandro. Espero que te gusten. 

En realidad, el personaje del Padre Brown no nació en 1911, sino en 1910, cuando Chesterton escribió el primer cuento, "La cruz azul" ("The Blue Cross"), que tampoco se llamó así en un principio. Sea como fuere, Chesterton reunió las doce primeras aventuras con el Padre Brown como protagonista y se publicaron como libro, con el título de El candor del Padre Brown (The Innocence of Father Brown) en 1911, de ahí que sea esta fecha la que consideremos para celebrar el centenario de este famoso detective de ficción. 

Y, para ser más exactos, aún podríamos afirmar que el personaje del curita aparentemente distraído y astroso no nació en 1910, sino un poco antes, puesto que, según confesión del propio autor, estaba basado en una persona de carne y hueso: el Padre John O'Connor, sacerdote católico irlandés. 

Antes de tratar sobre el personaje y sus maravillosas aventuras, consagraremos esta primera entrada a su creación, a la forma en que nació, para lo cual se hace imprescindible que relatemos de qué modo trabaron amistad Chesterton y el Padre O'Connor. 

En la excelente biografía de Chesterton escrita por Joseph Pearce (G. K. Chesterton. Sabiduría e inocencia, Encuentro Ediciones, 1998) encontramos algunas referencias interesantes sobre ambos personajes y su amistad. En febrero de 1903, O'Connor había escrito a Chesterton para expresarle su admiración: "Soy un sacerdote católico y, aunque creo que no es usted muy ortodoxo en algunos detalles, en primer lugar quiero darle las gracias de todo corazón, o quizá debería dárselas a Dios por haberle concedido esa clase de espiritualidad que a mi juicio hace que la literatura sea inmortal" (Obra citada, p. 123). 


Finalmente, fue en el año de 1904 cuando Chesterton y
O'Connor pudieron conocerse en persona. 

El propio Chesterton nos relata ese encuentro en su Autobiografía (1936): "Había ido a dar una conferencia a Keighley, en los 'moors' de West Riding, y había pernoctado allí con uno de los ciudadanos destacados de aquella pequeña ciudad industrial, el cual había reunido un grupo de amigos [...], entre ellos el cura de la Iglesia Católica, un hombre pequeño con cara agradable y expresión de gnomo. Me llamó la atención el tacto y la gracia que demostraba [...]".

Tiempo más tarde, Chesterton descubrió que aquel buen sacerdote, aparentemente cándido, inocentón e ignaro, en realidad sabía mucho más de las maldades humanas que los más pérfidos hombres de aquella hipócrita sociedad. En comparación con él, dos malhechores eran como dos bebés, en cuanto a su conocimiento del mal. 

Así fue como nació el Padre Brown, como Chesterton comenta, de nuevo en las páginas de su Autobiografía: "Y surgió en mi mente la vaga idea de dedicar a un fin artístico estos cómicos despropósitos que eran, al propio tiempo, trágicos, y construir una comedia en la que un sacerdote aparentaría no saber nada, conociendo, en el fondo, el crimen mejor que los criminales. Puse esta idea esencial en un cuento ligero e improbable, llamado "La cruz azul", continuándolo a través de las series interminables de cuentos con que he afligido al mundo. En resumen, me permitía la seria libertad de tomar a mi amigo y darle unos cuantos golpes, deformando su sombrero y su paraguas, desordenando su ropa, modelando su rostro inteligente en una expresión llena de fatuidad y, en general, disfrazando al Padre O'Connor de Padre Brown" (Obra citada, p. 125). 

No obstante, Chesterton siempre aclaró que el Padre Brown solo se parecía al Padre O'Connor en su inteligencia, en su ingenio, intuición y conocimiento del alma humana, con todo lo bueno y lo malo que tiene esta, pero en nada se parecía al pobre curita en su carácter simplón o en su vestuario desharrapado y descuidado. Con estas premisas, el carácter y la personalidad del "curita de Norfolk" ya estaban forjados. Solamente había que situarlo en la escena de cada crimen, de cada pecado o debilidad humana y él, aunque en apariencia ausente y distraído, sabría penetrar en cada uno de esos enigmas humanos mucho mejor que los policías y detectives oficiales.

En la encantadora e ingeniosa historia de "La cruz azul" aparece también el personaje de Hércule Flambeau, el gigantesco ladrón, luego detective y fiel compañero de aventuras de Brown, que es sorprendido por la astucia y la sagacidad del cura católico. También aquí hace su aparición el superdetective oficial, Valentine, igualmente francés, como Flambeau. Los tres personajes pudieran ser vistos (y, de hecho, así lo han advertido algunos críticos) como una alegoría. 

Al final del cuento, los dos personajes franceses, el que vive ajeno a la Ley (Flambeau) y el que aparentemente la representa (el inspector Valentine) se quitan el sombrero ante la genialidad del Padre Brown, el cual hace como que busca su paraguas, resultando una suerte de alegoría amable de la Crucifixión: Cristo (el sacerdote), sacrificado y humilde entre los dos ladrones, el buen ladrón (Flambeau) y el mal ladrón (Valentine). Pero no debo daros más detalles acerca de esta y las subsiguientes historias que forman el libro de El candor del Padre Brown. Lo dejaremos para la siguiente entrada, si os parece bien.

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